Pero hay una sensación epidérmica que sobresale de todas las demás. La sensación de tocar tu piel es una experiencia mágica.
Al acercarse a tu piel, yo ya no controlo las manos, cobran vida autónoma. Saben donde acariciar, con la presión justa, con la cadencia adecuada para no dejar un centímetro de tu cuerpo sin explorar. Su ritmo se va adecuando a la respuesta de tu piel a su contacto.
La sensibilidad de mis manos, la suavidad de tu piel y la química entre nosotros crean un universo paralelo donde sólo existe el amor y el deseo.