Un día, con lo nuestro agonizante me dices que no he conocido nada de ti...
Supongo que lo dices por enfado o rencor y sin pensarlo me asaltan mil cosas que conozco de ti, te las diría al oído, si quisieras escucharlas. El amor incondicional por la gente que quieres (tus familia, tus amigas....), con una pasión que emociona, y un dolor cuando les ocurre algo que sobrecoge.
También conozco más cosas, alguna que poca gente más conoce, la profundidad de tus ojos marrones cuando miras de cerca, nariz con nariz. En esos momentos toda mi alma se hundía en tu mirada profunda y bellísima. He hablado de tu a tu con el delfín que escondes a la vista de todos y he sentido de cerca el pulso de tu cicatriz, la firma que te hace única. La perfección tiene heridas que la engrandecen.
Conozco bien el peso de tu cuerpo, lo he medido sobre distintas superficies, duras y blandas, cálidas y frías y he sentido como cada uno de tus gramos vibraba con el universo y lo empequeñecía con tu risa de placer.
Conozco tu apetito y como una vez fuiste feliz con un puñado de cacahuetes. Se como aplastas el aguacate en el desayuno y como mimas a tus kiwis. Y también conozco tu olor, natural y fresco, embriagador y tú sabor, de cada rincón de tu cuerpo, especialmente del más delicioso y oculto. No puedo olvidar el tacto de tu piel suave y la dulzura de tus pechos breves y tus pezones orgullosos. Tengo que confesarte que tengo guardado solo para mi un mapa preciso de tu cuello dibujado por mis labios, como la isla de un preciado tesoro. La x está marcada sobre los deliciosos lóbulos de tus orejas adornados por pequeños pendientes.
Conozco tu forma de bailar y de moverte, aunque tienes que reconocer que has tenido en mi un buen maestro. He puesto nombre a cada pelo de tu flequillo, aunque con el pelo recogido sobre la cabeza estas arrebatadora, el flequillo te da un interesante aire de emperatriz egipcia. Tanto te conozco que puedo recordarte un millón de veces con los ojos cerrados. mis manos y mis labios han sido los exploradores más valientes de tu geografía. Se han quedado huérfanos y no quieren tocar y besar otra piel que no sea la tuya. Conozco tu forma de dar amor y de buscarlo, incansable.
Conozco tantas cosas más que podría escribir una enciclopedia (en la que no olvidaría mencionar tus pies juguetones y tus uñas pintadas de vivos colores). Pero tienes razón, en una cosa no te conozco, en esa forma de olvidarte de mi, vestida de indiferencia y silencio que me duele tanto.
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