Cruce mi cámara con la mirada de esa madre en un mercado del norte de Vietnam, cerca de Sapa. En Vietnam, sentí que yo y mi cámara éramos bienvenidos, o generaban indiferencia, o en los más de los casos incluso llegaba a notar una leve pose, una mirada, un sonrisa.
La mujer que encabeza esta entrada se paro mirando la cámara de frente sin miedo, transmitiendo el orgullo, con su hijo en brazos, de la maternidad. La belleza del gesto me sobrecogió y ahora cuando veo esta foto de nuevo siento ese orgullo, ese vínculo entre la madre y su hijo, indisoluble. La prisa por hacer la foto me llevo a no enfocar bien donde mi cabeza hubiera decidido serenamente, a los dos, o al menos a los de la mujer. Sin querer esta foto refleja más el sentido de la maternidad. el foco puesto en el hijo, protagonista, la madre en segundo plano, guardiana y sostén.
La madre es una persona que acompaña una vida desde su primer instante, desde la fecundación del óvulo, hasta el parto, y a partir de ese momento se crea una unión de una resistencia y fuerza tan inmutable y fuerte como la ley de la gravedad o cualquier otra ley cósmica que pueda hacer girar sin fin planetas y galaxias.
Todo esto viene a hablar de mi madre. No voy a contar mucho, en resumen que es la persona que más amor me ha dado, amor de verdad, porque sí, sin contrapartidas. El dolor de su marcha aún me acompaña. Cuando tengo un recuerdo de afecto profundo, o cuando pienso el alguien especial, entre todas las personas maravillosas que me rodean, me viene ella a la cabeza, siempre. La recuerdo condescendiente y cariñosa escuchando mis excusas, muchas veces torpes e infantiles mentiras, ante mis, digamos gamberradas, como cuando tiraba el bocadillo de la merienda sin comérmelo o cuando la sisaba unas pesetas de la cartera y otras muchas cosas, más serias, que tampoco voy a contar hoy aquí.
Es curioso como mi memoria, a veces tan floja, me funciona tan bien recordando cosas de mi madre. También recuerdo que no paraba de trabajar y no dejaba de ocuparse de todo ni un solo instante, limpiando, ordenando, cocinando, remendando, haciendo jabón con sosa caústica de una forma que me parecía pura magia, oreando (me encanta esta palabra) mi colchón de lana que tenía una funda de rayas rojas y blancas de los americanos, de cuando el plan Marshall, llevándome al colegio, recogiéndome, y siempre, creo recordar, simultaneando todas estas tareas con el ganchillo o haciendo prendas de lana, siempre incansable y siempre pendiente de los demás, de que no les faltara nada, de dar todo el cariño que podía, en mayúsculas, de dar TODO lo fuera necesario.
Sigo sintiendo el dolor de la perdida y la culpa de no haberla ayudado mucho más en los momentos difíciles, de no haberme despedido mejor de ella, que hablándola y acariciándola el pelo los días eternos que paso en la UCI mientras estuvo en estado de coma. Tal vez un día, con fuerza pueda escribir y contar todo para liberar a los fantasmas que aún hoy pasean sus cadenas por mis recuerdos.
Mi suegra la conoció y se hicieron amigas, a pesar de sus diferencias, o gracias a ellas, encajaron y se llevaban muy bien. Mi suegra, cada poco, cuando nos vemos, la gusta recordarme cosas de mi madres,y yo siempre, siempre, siento unas irrefrenables ganas de llorar.
En esta entrada tuve la tentación de poner una foto de mi madre pero prefiero dejarlo así, este blog tiene como una de sus características acompañar breves textos con fotos mías en blanco en negro, y así se queda. Y también prefiero titularlo en general, para todas las madres, en especial a aquellas que tienen que encargarse de sus hijos sin ayuda. Son todas las protagonistas de ese amor universal y eterno, que yo traigo aquí con el recuerdo de mi madre y está foto de una mujer vietnamita.